DECEMBER 9, 2022

Nuevos rostros o rostros conocidos. Por Josep Trujillo Fonseca y Jorge R. Bermúdez. (PDF)

#MartíVive #DeCaraAlSol

¿Qué sería del estudio de la historia sin soporte gráfico? Las fotos, los escritos en un momento dado de la vida y sus relaciones con los actos sociales que ocurren a su alrededor, son algunos de los elementos que ayudan a conformar la verdadera dimensión humana de un gran hombre.

En el caso del habanero José Julián Martí Pérez, por el 130 aniversario de su caída en combate, ampliamos las representaciones de su registro gráfico con la divulgación de este Proyecto, “Nuevos rostros”. El cual nace al dibujar la parte superior del Rostro del Maestro, y su interacción con los retratos de donde fueron extraídos, manteniendo su orden y la fecha de tomada la fotografía. Todo esto permite, entre otras cosas, organizar la Iconografía del Maestro y acercarnos a esa verdadera dimensión del Hombre, que en algunos casos aporta nuevos elementos, ya que desde 1985 no se edita una Iconografía de José Martí. Este trabajo presta un valioso servicio para el conocimiento del Apóstol por medio de sus retratos. Se entra entonces en un campo que trasciende la iconografía y se adentra en la iconología.

Presentada por primera vez en Sancti Spíritus, el público habanero la valoró, a las puertas de la XIII Bienal de Arte de La Habana, en la galería de la Casa Natal de José Martí, en abril del 2019, al inaugurarse la exposición Nuevos rostros de José Martí, concebida a partir de una idea de su curador Josep Trujillo Fonseca.

En esa ocasión en formato de 420 x 292 mm, la muestra se dedicó al aniversario 164 del desembarco del Apóstol por Playitas de Cajobabo, el 11 de abril de 1895. La misma contó con más de cuarenta plumillas concebidas por los jóvenes artistas plásticos: Maisel López Valdés, (La Habana, 1985); Evelio Toledo Quesada, (La Habana, 1956); Alexis Gutiérrez Gelabert, (La Habana, 1967); Yutsimi Zaldívar Mendoza (La Habana, 1977); Sergio Hidalgo Gato (Pinar del Río, 1973); Armando Miguel Morales Ramírez (La Habana, 1989) y Josep Trujillo Fonseca (Contramaestre, 1955).

Los dibujos a plumilla tienen como referente la iconografía martiana publicada en 1985. Como es notorio, con excepción del óleo que le hiciera en 1891, el pintor sueco Herman Norrman en Nueva York y en 1892 Luis Zalazar en Cayo Hueso, y los dibujos de Bernardo Figueredo y Cirilo Almeida Crespo, el resto de la imagen que nos legó José Julián Martí Pérez, es fotográfica.

Como pocos en su tiempo, él comprendió que la fotografía no solo era la primera imagen técnica apta para reproducir la realidad, sino también para interpretarla y expresarla como nuevo lenguaje visual.

La fotografía fue la imagen que propició la democratización del retrato, hasta entonces privilegio de las clases adineradas que podían pagar un retrato al óleo. En consecuencia, en todo momento que lo consideró necesario o tuvo la iniciativa de comunicarse con alguien y transmitirle su afecto, Martí se tomó una foto-retrato. A los que se suman los que se hizo con grupos de amigos y patriotas en su constante peregrinar por Europa y América.

Su interés por la fotografía fue tal, que no dudó en llamar a algunos de sus fotógrafos artistas, condición que por entonces solo estaba reservada a los pintores y escultores. Así llamó al fotógrafo cubano Juan Bautista Valdés Acosta (Bayamo, 1860 – La Habana, 1906), quien le hiciera el mejor retrato, solo y de cuerpo entero, en Temple Hall o Bond Hall, Jamaica, durante su primer viaje a esta isla en octubre de 1892. Incluso, llegó a dedicarle una copia a Valdés, en la que escribió: “A un hijo de sí mismo, ejemplo y honra de su patria, a un artista fino y concienzudo, el fraterno amigo Juan Bautista Valdés, de su José Martí”.1

Desde la primera exposición se destaca la relación estético-comunicativa que se establece entre los fragmentos de textos martianos seleccionados, por lo general, alusivos a la fecha de realización de la fotografía y su correspondiente réplica a plumilla.

Un buen ejemplo de esta relación entre el testimonio visual fotográfico, el cognitivo de su prosa y el propiamente artístico del dibujo, es el que tiene por referente la foto que presenta a Martí con un grupo de emigrados cubanos que hacían práctica de tiro en el antiguo fuerte Martello Tower de Cayo Hueso, en 1893. La plumilla, en este caso, nos entrega un retrato ampliado de la realidad que testimonia la foto, en la que aparece Martí con bombín; detalle este que no se hace del todo nítido en el referente por las circunstancias en que se hace la toma y la densidad visual resultante del número de personas que se apiñan para la pose. Si bien este tipo de sombrero el Apóstol siempre lo usó en exteriores, como era costumbre entonces entre los hombres, nunca se retrató con él, excepto en esta oportunidad a imperativos de las circunstancias antes aducidas.

De hecho, los Nuevos Rostros de Martí, salvo excepciones como la citada, son bastante conocidos, lo que no le resta interés a la selección que la motiva entre los amantes del dibujo realista y la imagen histórica que por la fotografía nos legó nuestro hombre mayor.

1 José Martí, Obras Completas, t. 20, p. 523.

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Fuente. Sociedad Cultural José Martí

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